Si no lo tienes claro. Dime una idea, un color, una emoción, un recuerdo… incluso un “no sé, pero quiero algo que transmita calma”. Eso me basta. Yo traduzco esas sensaciones en arte.

Aquí es donde aseguras tu sitio en mi agenda. Sin reservas, no puedo empezar. Así que das el paso, aseguras tu lugar, y el proceso arranca oficialmente.

Te presento una idea de trabajo. Puede ser un boceto, una paleta de colores o incluso varias opciones para que elijas la que más resuene contigo. Tú decides por dónde vamos.

Este es el momento en el que la magia ocurre. Pinceles, colores, lienzo y todo lo que me contaste se convierten en formas y texturas únicas. No hay atajos. Solo trabajo manual, exclusivo y dedicado a ti.

Antes de que la obra viaje a tu casa, quiero que la veas. Te envío fotos y detalles del resultado final. Porque el arte es personal y quiero que tengas esa primera experiencia: descubrir tu pieza antes de tenerla entre las manos.

Pagas la obra. Así de simple: cuando la ves terminada, haces el pago final. Hasta entonces, la inversión está bajo tu control. Trato directo, sin sorpresas.

Bien embalada, protegida y lista para colgar. La recibes en casa y, desde el primer día, deja de ser “mi cuadro” para convertirse en tu obra. Tu pieza exclusiva, hecha para ti, que no existe en ningún otro lugar del mundo.